El bosque de la Alhambra abarca la zona septentrional y occidental que rodea la fortaleza, limitada por la muralla que une la Alhambra y Torres Bermejas y la cerca general que cierra el recinto y que arranca del baluarte de la torre de los Picos y que linda con la ribera del Darro.

Curiosamente a Este y Oeste del bosque se erigieron, en esa cerca, en el siglo XVI dos puertas, una debajo del Partal, al lado del molino que se movía con el agua del arroyo de la barranquera de la cuesta de los Chinos o de los Molinos, que denominaban en el siglo XIX, y que podemos observar perfectamente en un grabado de David Roberts, y otra en la cuesta de Gomérez, cerca de la puerta de las Granadas, en la casa de los marqueses de Cartagena, carmen que hoy se llama de San Juan de Dios, y que podemos ver en la Plataforma de Ambrosio de Vico. Esta puerta la exploró y consolidó Leopoldo Torres Balbás en 1935.

Dentro del bosque se halla la muralla que bajaba desde la puerta de las Armas hasta la bab al-Difaf o puerta de los Adufes o Tableros en el Darro, como se ve en la Plataforma de Ambrosio de Vico (1590-1610), pero no sabemos cuando se derrumba aunque ya no aparece en el Mapa Topográfico de Dalmau (1796).

Esta muralla la excavó en la década de 1960 Jesús Bermúdez Pareja, y se reconstruyó en ladrillo. Este fragmento de muralla tiene dos torres que miran a Este Bab al-Difaf la repara Leopoldo Torres Balbás comprando antes la finca donde estaba, de 1932 a 1934.

En el bosque encontramos el Tajo de San Pedro, provocado en 1590 por la explosión de un polvorín que se hallaba en la iglesia de San Pedro, y que afectó además a diversas dependencias de la fortaleza de la Alhambra. A lo largo de los siglos se ha ido agrandando este gran bocado en la ladera debido a terremotos y las humedades que resuman del riego del bosque, y en la actualidad, y desde hace algunas décadas, cientos de palomas anidan allí, oradando y minando para hacer sus nidos, y provocarán sin duda problemas de derrumbes en poco tiempo.

Gran parte del perímetro fortificado de la medina de la Alhambra, que ocupan las alamedas y el bosque, en la etapa musulmana estaba totalmente vacío de vegetación por una cuestión lógica de defensa: la de evitar que los posibles asaltantes a la fortaleza pudiera emboscarse entre los árboles.

Curiosamente Ibn al-Jatib en su Lamha al-badriyya nos dice que había bosques y almunias en los alrededores de la Alhambra, como así era, pero no hay duda de que existía ese perímetro de seguridad para evitar las emboscadas. Estas son sus palabras en traducción de José Mª Casciaro:

“Rodean la muralla de la ciudadela vastos jardines y espesos bosques del patrimonio particular del sultán, de forma que detrás de esa verde barrera las blancas almenas brillan como estrellas en medio de un cielo oscuro”.
 

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