Empezamos nuestro recorrido por el corazón dominico del Realejo donde se erige la gran vivienda del siglo XIX identificada con el número 27 de la calle Ancha de la Virgen y que abre su fachada principal a la calle Cuarto Real de Santo Domingo, hacia la que se desarrolla en un bajo, dos plantas y un tercer cuerpo correspondiente a la torre que se alza en su ángulo Noreste hacia la Cuesta de Aixa.

Por esta Cuesta de Aixa se desemboca a continuación en la Plaza de los Campos Elíseos, nombre hoy acortado y algo pretencioso pero clarificador de la gran carga simbólica que este ámbito tuvo para el liberalismo burgués granadino del siglo XIX, y que rodeada por varios árboles y vegetación protegidos por gruesas cadenas, aparece centrada por una gran fuente circular de piedra a la que se ha añadido un grupo escultórico con surtidor ya en época contemporánea.

En su lateral Norte se erige el que fuera Coristado del Convento de Santa Cruz la Real, un edificio con planta cuadrada que, aunque fue levantado en el siglo XVII como complejo para acoger a los estudiantes dominicos, en la actualidad está en parte integrado por otra zona muy remodelada. Formó parte del monasterio de Santa Cruz la Real, del que se extendía al Oeste como prolongación suya, hasta que fue exclaustrado en el siglo XIX, época en la que acogió a los directores y las oficinas de la Academia y del Museo entonces instalados en el convento.

Para 1951, todo el conjunto urbano formado por los dominicos durante siglos se había arreglado con las reformas que separaron definitivamente el Coristado del resto del convento, creando la calle Maestro Luis de Granada que prolonga el callejón de Santo Domingo hasta la plaza de la iglesia y permite subir desde la Plaza de los Campos a la calle Palacios.

Este ámbito conventual también acabó regulado con la integración monumental de la zona situada delante de la entrada principal del monasterio gracias a la nueva y estrecha plaza de Palacios, delimitada ahora con un nivel topográfico distinto respecto a las actuales alineaciones de la calle Cordillera, y jerarquizada en dos alturas gracias a un pretil de piedra y una escalinata, a cuyos lados se sitúan los dos leones con el escudo de armas de la ciudad que antes había en el Paseo del Salón.

De esta forma, las calles Ancha de Santo Domingo y Cordillera permiten contemplar desde una corta distancia tanto la plaza de Santo Domingo como la fachada del convento, respectivamente. Desde aquí se llega al antiguo monasterio de Santa Cruz la Real, que fue fundado muy pronto por los Reyes Católicos debido a varios motivos, aunque el principal se debió a su especial inclinación hacia esta orden dominica por los grandes servicios que había prestado a la corte, destacando así la enorme relevancia política que tenía al inicio de la toma debido a su vinculación con la Inquisición.

Desde esta plaza se accede a la iglesia de Santo Domingo que le da nombre, templo que formaba parte del Monasterio de Santa Cruz la Real, a cuya importancia y magnitud corresponde ya que fue muy célebre no sólo por la suntuosidad de su construcción sino también por la fertilidad de sus tierras y su perfecta ubicación, ya que se encuentra muy cerca de los palacios de la Casa árabe de los Girones y del Cuarto Real, que le sirvió como iglesia provisional mientras se erigía esta definitiva.

Saliendo de esta iglesia y girando a la derecha por la calle Cobertizo de Santo Domingo, en cuya esquina los muros de dicho templo se unen armoniosamente con una curiosa venera de casetones, el visitante se enfrenta al antiguo Beaterio de Santo Domingo. Fue fundado en 1701 por la beata Teresa Titos Garzón sobre solares propiedad del convento de Santa Cruz la Real ubicados en la actual Plaza a la que da nombre, junto a este monasterio pero con acceso autónomo a través del Cobertizo de Santo Domingo. 

Junto a este antiguo inmueble dominico se alza el que fuera Hospital y Casa del Arte de la seda, establecimientos ambos que, pese a estar inicialmente situados a continuación de la puerta más baja del convento de San Francisco y pertenecer a la colación de San Matías, se adscribieron con posterioridad a la demarcación parroquial de Santa Cruz la Real. Su denominación deriva de la importante función asistencial que desempeñó desde su fundación, puesto que atendía a los oficiales enfermos dedicados a dicho oficio y que no tenían recursos propios para costearse cuidados médicos, que tan numerosos e importantes fueron desde siempre en el barrio. Estuvo siempre sostenido gracias a las limosnas procedentes “de los examinados y aprovados en la dicha casa”, por lo que se consideraba “obra de grande caridad”, como dijo Jorquera y actualmente alberga un Colegio Mayor femenino regido por las Madres Dominicas. 

Continuando luego por esta misma calle, a los pocos metros se cubre con el Cobertizo de Santo Domingo que le da tan significativo nombre porque denomina una de las pocas construcciones que con esta tipología todavía hoy subsisten en Granada y en el Realejo. Constituida por una bóveda de medio cañón toda de ladrillo, une la iglesia del monasterio dominico descrito y el edificio que en la actualidad acoge el Colegio Mayor que regentan las Madres Dominicas. Está decorado al exterior con una ventana de medio punto protegida por una artística reja, sobre la que abre un ventanuco redondo y un segundo cuerpo de ventanas, y en su interior se aloja el Camarín de la Virgen del Rosario.

Esta vía, que originalmente constituía el límite superior de la huerta Almanjarra Mayor, conduce a la calle Aguado, desde la que se puede ver, unida ya al Colegio Mayor de Santa Cruz, la cabecera de Santo Domingo.

Finalmente, girando desde aquí siempre a la izquierda se sale a las calles Santiago y sor Cristina Mesa, que dan a la calle Molinos, en cuyo actual número 22 se ubicó la ya desaparecida Casa de Fray Luis de Granada.