Llamada a ser catedral hace siglos, en los días de otoño en los que los árboles del parque y de las calles de Huéscar dejan caer sus hojas, la colegiata de Santa María destaca un poco más sobre los monumentos de este pueblo del norte de la provincia. Su exterior y su interior, con pinceladas de Diego de Siloé, es un gran proyecto arquitectónico.

Descrito el templo en todos los libros de Historia de Arte, con cientos y un estudio y análisis profundos, y siempre impresionando a los vecinos de Huéscar y del resto de viajeros que se desplazan a este pequeño pueblo en el que el tiempo corre como cada uno quiere, lo mejor es verlo. No hay prisa. Se puede y se debe contemplar bien el paisaje y el paisanaje.

Desde hace unos cuantos siglos, es de principio del XVI, el templo en el que se mezclan diferentes estilos, ha acumulado deterioros y también algún premio y reconocimiento. Uno de los últimos ha sido ser seleccionado como una de las siete maravillas de la provincia.

La colegiata fue declarada Bien de Interés Cultural en 1973. Fue construida en el siglo XVI y fue concebida como una auténtica catedral de ahí sus importantes dimensiones. Sufrió grandes reformas en los dos siglos posteriores. Desde el Ayuntamiento de Huéscar recuerdan en su página web, además, que hay que fijarse al contemplar este templo en sus columnas corintias así como en la sillería de su coro que guarda semejanza con la catedral de Toledo a cuya Diócesis perteneció. A esto se suma el atractivo de su órgano que sufrió desperfectos durante la Guerra Civil.

Simbiosis de elementos

En todo el templo se puede apreciar, además, una interesante simbiosis de elementos de procedencia toledana y de su maestro mayor, Alonso de Covarrubias -sobre todo en la decoración exterior de su cabecera- y andaluza, como su interior corintio de tres naves a la misma altura. El templo reúne en su construcción un amplio abanico de factores y elementos de primera categoría.

Así, los historiadores recuerdan que sus primeras intervenciones, a principios del siglo XVI, se adecúan a la actuación del maestro toledano Enrique Egas y a la del artífice Jacobo Florentín, a los que se le atribuye la pared gótica y fundamentalmente la gran portada de la Sacristía Vieja. Maestros, que por otra parte, algunos dejaron su huella en otros edificios de la provincia.

En el interior también hay señas de esa gran calidad. Algunas de esas señas son, según algunos, la bóveda gótica oculta por la cabecera siloesca en forma de concha, la portada isabelina de la Sacristía Vieja, la bóveda plateresca del interior de ésta o el coro barroco de afiliación a la escultura murciano-lorquina del siglo XVIII. Partes y objetos a los que se sumarían las obras destruidas en la Guerra Civil, entre las que destacaban el retablo mayor realizado por Díaz de Ribero y el altar de la Dolorosa, obra de Salcillo.

Los detalles

Entre fase y fase y paseo y paseo por esta gran colegiata de Huéscar, con una riqueza arquitectónico e histórico muy reseñables, el Ayuntamiento hace un repaso destacando las construcciones por fases. Ponen así de manifiesto en la etapa gótica (1501-1516) la elevadísima cabecera (ábside y crucero) y la portada de la Sacristía Vieja. Su construcción fue dirigida por Egas y Jacobo Florentín. Como ya se ha indicado.

Un dato más, cuando vayan a Huéscar y tengan la oportunidad de ver este templo lleven un cuaderno con apuntes y recuerden que la etapa plateresca (1530-1536) se deja notar en el exterior de la cabecera, Sacristía Vieja, Sacristía Nueva (hoy sagrario) y Hornacina de la Concordia. Fue ejecutada por Andrés de Vandelvira bajo la dirección de Covarrubias y Siloé.

En la siguiente etapa, más cercana en el tiempo, es el estilo renacentista el que deja su huella. Se reestructura la obra ante la imposibilidad económica de llevar a cabo el proyecto primitivo. Afecta al cuerpo de la iglesia (el ábside gótico se transforma en un ábside de concha). Se continúa con una iglesia de salón de tres naves. Se añade una capilla de patronato (antiguo Sagrario). Abandonan los trabajos sobre la importante torre planeada. Fue ejecutada también por Vandelvira. Como se puede comprobar grandes maestros que intervinieron en un gran número de monumentos tanto de Granada, como en este caso de la vecina provincia de Jaén.

En la etapa herreriana las intervenciones afectarían a la portada principal. Fue ejecutada bajo la supervisión del escurialense Herrera. Ya en la etapa barroca (1625-1765) las intervenciones se fueron dejando notar de manera progresiva en el campanario, el retablo mayor (construido por Díaz de Ribero y destruido en 1.936), la capilla de San Antón, las cubiertas de los tejados, al coro y al altar de la Dolorosa de Salcillo, según recuerda el ente municipal en la promoción de este monumento que ha ido perdiendo y ganando elementos con el paso del tiempo.

Entre los rincones mencionados de la colegiata y los que no aparecen en estas líneas, pero sí están en Huéscar, se puede viajar a través del tiempo rodeados de auténtico arte con la firma de los grandes. Un gran templo.