Puerta de Elvira

La Puerta de Elvira -bab-Ilbira-, ubicada frente a la plaza del Triunfo, constituye, a pesar de haber llegado muy mermada hasta nuestros días, uno de los monumentos histórico-artísticos más emblemáticos de la ciudad, ya que fue la principal puerta de entrada a la Granada islámica, lo que hace de ella un excepcional legado de la arquitectura hispanomusulmana. Junto con otros restos de la muralla de la medina, a la que pertenecía, es la construcción más antigua de todo el centro histórico, ya que fue construida en el siglo XI, en plena dinastía zirí, aunque después fue ampliamente reformada en el XIV, en tiempos del monarca nazarí Yusuf I (1333-1354). Su nombre proviene de su ubicación como puerta de entrada del camino que comunicaba con Madinat Ilbira, la primitiva capital de la cora o distrito que gobernaba la zona de la vega granadina en época del Emirato y Calificato de Córdoba -entre el siglo VIII y los comienzos del XI-, situada al pie de la sierra homónima, en las cercanías de Atarfe.

 

La Puerta de Elvira enlazaba por levante con el tramo de muralla que bajaba desde la Puerta Monaita -bab al-Unaydar-, acceso principal de la Alcazaba Qadima. Pasada la Puerta de Elvira, la muralla continuaba hasta llegar a la perdida Puerta del Sulfuro de Antimonio -bab al-Kuhl-, que se situaba en los actuales jardines de la Subdelegación del Gobierno en la Gran Vía. Hacia el norte, enlazaba con la cerca del arrabal del Albaicín, construida a mediados del siglo XIV. Por su emplazamiento en zona llana, frente al extenso cementerio extramuros que existió en la zona del Triunfo, y por ser el principal acceso a la ciudad, terminó convirtiéndose en una auténtica puerta-fortaleza, que en época cristiana incluso llegó a tener alcaide propio, como el castillo de Bibataubín.

 

En época nazarí, quedó conformada como una fortaleza autónoma, con tres puertas -la exterior más dos interiores que comunicaban, por un lado, con la Alhacaba y Albaicín y, por otro, con la calle Elvira-, un patio interno entre ellas para la defensa, altos adarves, cuatro torres defensivas y tres barbacanas previas. Lo que ha quedado del conjunto es exiguo con respecto a su estructura original, pero sumamente interesante: el gran arco exterior, uno de los estribos laterales y el trazado en recodo de las calles Elvira y Horno de Merced. De las tres barbacanas, que avanzaban en parte sobre la actual plaza del Triunfo y que fueron demolidas en 1614, han quedado restos importantes en el solar contiguo a la puerta, en el lado norte. Se trata de muros construidos en tapial de argamasa, en la zona de unión de la puerta con la cerca del Albaicín, y que están en proceso de recuperación urbana desde finales de 1999.

 

Desde la plaza del Triunfo se aprecia la monumental figura del arco de Elvira, flanqueado por dos altas torres de tapial de argamasa. De éstas, se conserva mejor la del estribo izquierdo, habiendo sido desmontada la zona superior de la del lado derecho. Es un gran arco de época nazarí, similar al levantado por Yusuf I en la Puerta de la Justicia de la Alhambra. Su forma es de herradura, dovelado con lajas de arenisca y con arquivolta del mismo material. Las jambas del arco presentan en su parte baja diseño achaflanado, recuperando la arista antes de llegar a las impostas mediante unos sencillos mocárabes en piedra, similares a los de la citada Puerta de la Justicia. Su bóveda soporta el amplio adarve almenado que corona la puerta.

 

En línea con el arco descrito, se conserva el muro septentrional de estribo del primitivo patio central de la puerta-fortaleza. En él se ubican tres grandes arcos de ladrillo que, además de dar cobijo a la guardia, servían para soportar el paso de los altos adarves. En el último de estos arcos, frente a calle Elvira, los Reyes Católicos mandaron colocar un cuadro de la Virgen de las Mercedes, en 1495, muestra del proceso de sacralización de la más importante puerta musulmana de la ciudad, donde también, por su carácter emblemático, se colocaban las cabezas de los ahorcados.

 

En 1990 se llevaron a cabo obras de restauración, consistentes en un proceso de consolidación de emergencia del tapial, aplicándose un revoco a la fachada de color rojizo, semejante al original, y dejando catas de los sucesivos enfoscados y pinturas que tuvo en su largo devenir histórico.