La ruta que proponemos por el arco noreste de la provincia de Granada tiene dos ejes principales en torno a los que articularse: el río Darro y el río Aguas Blancas. Ambos nacen en la Sierra de Huétor y los dos desembocan en el Genil, pero, a partir de ahí, es necesario establecer diferencias.

El Darro, río urbano, aún más urbano que el Genil, dibuja sus aspiraciones nobles y palatinas surtiendo de agua a la Alhambra y ofrece una quimérica industria del oro, sin renunciar a labores de contribución al regadío de cultivos.

El Aguas Blancas, por el contrario, no ansía grandes empresas. Regar cultivos y proporcionar agua a la gente son objetivos suficientes. Incluso, no dudó en prestar sus aguas al Darro para arrancar el oro que éste transportaba.

Actualmente la función de ambos ha cambiado. La ciudad de la Alhambra ya no acoge a los monarcas nazaritas, no hay oro que extraer y la fábrica de papel del Blanqueo ha desaparecido.

Por el contrario, junto a ambos ríos se han desarrollado poblaciones que beben y cultivan gracias a ellos, y que son motivo suficiente para visitar esta zona. Son poblaciones que denotan su pasado musulmán en sus nombres y en el trazado de sus calles estrechas y quebradas, que, a excepción de Dúdar, que se coloca en una zona más llana, están situados en promontorios que obligan a bajar cuestas pendientes para buscar el agua y a subirlas para llegar a las partes más altas del pueblo. Para comprobarlo basta con observarlos desde lejos, en perspectiva.

A Beas de Granada desde el “Alto del Frailecillo” o desde el Alto de la Viñuela. A Huétor Santillán desde el puente de la autovía o cuando, desde Granada, accedes a él por la antigua carretera. A Quéntar, desde la última curva antes de llegar al cruce por el que entramos al pueblo, o desde esta misma carretera pero en su parte superior. A Tocón de Quéntar, desde el camino de tierra que lleva desde el Cortijo Aguas Blancas al Alto de los Blancares o desde la misma plaza del pueblo.

Siempre veremos lo mismo: una ladera llena de casas blancas, las unas sobre las otras. Y, junto al río, fértiles vegas en la que los cultivos de huerta y árboles frutales compiten con las alamedas.

Su historia tendremos que imaginarla gracias a las ruinas de antiguos edificios y conducciones de aguas: el Canal de los Franceses, la fábrica del Blanqueo, el cortijo de Jesús del Valle. A veces, en tradiciones como la Función de moros y cristianos de Quéntar.

Aunque la ruta sea otra, seguimos estando en la misma comarca. Los valles de los ríos se encajan entre montañas que hacen eco al correr del agua.