El Barrio de Monachil

Casi no hemos abandonado Huétor Vega y, nada más atravesar el antiguo puente del tranvía, nos encontramos rodeados de casas que amenazan, en un futuro demasiado cercano, con engullir lo poco verde que queda. Nosotros, remontando el río Monachil, que nos acompaña a nuestra izquierda, ascendemos, levemente al principio, en dirección a la antesala de Monachil que no es otra que “El Barrio”.

Así nace un barrio
“El Barrio”, aunque lo explicaremos con más detalle cuando hablemos de Monachil, es uno de los tres núcleos urbanos que componen este pueblo y, aunque supeditado administrativamente al asentamiento más antiguo, es el que aporta al municipio el mayor número de habitantes (aproximadamente 4.500 de un total de 6.000). Este hecho y la menor distancia a la capital hacen que esta populosa concentración de viviendas haya ganado en importancia frente al núcleo originario que se ve “agobiado”, por una parte, por él y, por la otra, por Pradollano aunque, como veremos más tarde, el verdadero sabor sigue residiendo en, lo que la gente llama, “El Pueblo”.

El nacimiento del Barrio de Monachil, Barrio de la Vega o Barrio del Genital –por la acequia-, que de estas tres maneras se llama, está ligado al fuerte temporal de lluvias que, en Enero de 1963, asola a la población de Monachil y provoca corrimientos de tierras en el Barrio de Miraflores y en terrenos de labor. “La quiebra”, que es como se conoce en el pueblo esta catástrofe, hace que la población de Monachil pueblo disminuya, entre otras razones, por el desplazamiento de algunos vecinos a la cercana zona de “Los Llanos”.

En un primer momento, el proceso de urbanización del Barrio de la Vega se adapta a la carretera que une el pueblo de Monachil con Granada situándose las casas a ambos lados de la misma, pero cuando, en 1980, se descatalogan 90 hectáreas del paraje “Los Llanos” y se recalifican como suelo urbano, las viviendas empiezan a desplazarse monte arriba en una progresión imparable que hace que, a partir de este momento, se promueva la recalificación de terrenos que se convierten en urbanos, ampliando la superficie edificable.

El fenómeno de la construcción
Un paseo por “El Barrio”, aparte de ofrecernos, hay que reconocerlo, unas magníficas vistas de la vega de Granada, nos servirá para digerir los buenos platos –papas a lo pobre, derivados del cerdo, olla de San Antón, migas- que sirven en los restaurantes de la zona y para tratar de buscar las primitivas edificaciones de las que, cada vez, quedan menos.

Son construcciones rectangulares, no demasiado grandes, con cubierta de teja a dos aguas que, además de la vivienda, contienen un espacio abierto que ocupa la fachada de la casa, delimitado por una baranda de hierro, a veces reforzada por pilares de obra, en el que ocupan lugar privilegiado algunos árboles y, sobre todo, el parral: una estructura metálica, pintada de verde, en la que la parra se ramifica ofreciendo el, tan apetecido, sombrajo veraniego.

Destaca en el Barrio de la Vega el espacio en el que se encuentra la Casa de la Cultura. Una plaza en la que bancos, farolas y varasetos metálicos se disponen alrededor de una fuente creando un cenador de corte moderno, agradable y vistoso. Tras ella, una moderna y sobria construcción, aunque muy equilibrada, en la que se aloja la Casa de la Cultura: uno de los más bonitos edificios del Barrio de la Vega.

Es, además, el espacio motor de las actividades culturales del Barrio ya que en ella se realizan talleres, se desarrolla la educación de adultos, está la Biblioteca Municipal y las distintas escuelas municipales, etc. Aparte de ello, en la sala de entrada podemos contemplar la maqueta de la almazara “Nuestra Señora de las Angustias” realizada por Pepe Aurora. Cuenta, también, la Casa de la Cultura con un moderno y amplio auditorio.

Otra construcción señalada del Barrio de Monachil es el convento-seminario “Nuestra Señora del Buen Consejo” de los Padres Agustinos Recoletos, cuyo estilo arquitectónico se diferencia claramente del que habitualmente adoptan las edificaciones del lugar. Fue construido, sobre una fábrica de telas, a principios del siglo XX, aunque su aspecto hace que parezca mucho más antiguo.