Lanjaron, el pueblo donde el agua tiene sabor, color y olor. Dicen algunos historiadores que el origen de este pueblo de la Alpujarra parece que fue anterior a la dominación romana, como demuestra el antiguo nombre del pueblo ‘Lanchar’, que hace referencia a la abundancia de aguas del lugar. Pero fue con la conquista musulmana cuando alcanzó su máximo esplendor.

Los árabes, grandes conocedores de las ventajas del agua, explotaron la riqueza acuífera de la zona, convirtiéndola en una bella ciudad de salud, corporal y mental.

Así, esta localidad, considerada como la puerta natural de acceso a la Alpujarra, creció bajo los principios de las costumbres musulmanas y, desde entonces, la importancia de los balnearios ha sido fundamental tanto en su cultura como en su economía.

Lanjarón se ha convertido en el destino preferido de todos aquellos que desean pasar unos días de descanso en un paraje incomparable, rodeados de árboles milenarios que han visto cómo se sucedían las batallas entre moros y cristianos por la posesión de esta ciudad.

Placeta la Colorá
El casco histórico de este municipio todavía conserva el trazado islámico, a base de calles estrechas y en pendiente, además de algunos lugares pintorescos como el barrio Hondillo y la placeta la Colorá. Uno de los lugares que despierta bastante interés en este enclave y que recibe muchas visitas son las ruinas del castillo árabe de los siglos XII y XII.

En el paseo cultural el viajero debe conocer la iglesia de la Encarnación, en el siglo XVI, pero con reminiscencias árabes en su trazado mudéjar, o el jardín y manantial de La Capuchina de estilo neomudéjar.

Lanjarón es famoso por su jamón y sus buñuelos con chocolate, que no se pueden olvidar en la visita. También son típicos algunos platos como la sopa de almendras, el potaje de castañas o la sobrehissa de espinacas. Para el postre se pueden tomar unas tortas de higos secos o un flan con nueces de la tierra.