La existencia y el devenir de la Alpujarra no se entenderían del todo sin tener en cuenta su inexorable unión con el Mediterráneo, porque la comarca granadina siempre ha tenido esa vinculación marítima, contando desde antaño con los puertos de La Rábita y Castell de Ferro como principales centros exportadores de sus productos.

Lugar de entrada y de salida de materias primas durante siglos como la uva moscatel y el espíritu de vino de las fábricas de aguardiente de la Contraviesa, la costa granadina ha sido el inicio de las rutas de los arrieros que subían a la Alpujarra, con sus reatas de mulos, cargados de arenques y boquerones y bajaban en sus serones trigo, garbanzos o higos. Ya durante el periodo musulmán, a lo largo de la costa se situaban alquerías e importantes pesquerías en lugares como la Rijana, Cautor, Castell y La Rábita, que coincidían con las desembocaduras de ríos o calas protegidas.

Hasta seis municipios de la llamada Alpujarra baja –Albuñol, Sorvilán, Polopos, Lújar, Rubite y Gualchos– se bañan en el mar, en donde se precipitan sus profundos y encajonados barrancos y llegan sus amplias ramblas. Hace ya bastante tiempo que los distintos núcleos costeros, antaño simples poblados de pescadores, tomaron el relevo económico gracias al auge de los invernaderos y actualmente concentran, en el caso de La Mamola o Castell, mucha más población que sus pueblos matrices del interior, Polopos y Gualchos, un hecho favorecido además por la llegada de numerosos extranjeros como marroquíes, ecuatorianos o rumanos.

Pero bueno, lejos de disputas vecinales, lo principal es que forman municipios variados y ricos en tradiciones de mar y de montaña. Sin olvidar que esta zona costera es un excelente y pujante enclave turístico para el veraneo de decenas de familias de toda la provincia de Granada, Alpujarra incluida.

Itinerario
De este a oeste, siguiendo el curso del sol, la ruta recorre 45 kilómetros desde el municipio más meridional de la Alpujarra, Albuñol, hasta la localidad motrileña de Calahonda.

Un recorrido lineal que se desvía intencionadamente para conocer pequeñas poblaciones del interior como Los Gálvez, Haza del Trigo y otras cortijadas a caballo entre el mar y la montaña. Un paseo sin prisas por la Alpujarra marítima que lleva al viajero a uno de los pueblos más bellos de la provincia, Gualchos, y acaba en Lújar, a los pies de su imponente sierra.