A orillas del río Cubillas, en las estribaciones occidentales de Sierra Arana, se levanta el municipio de Deifontes, espacio cargado de historia que cuenta con un entorno natural privilegiado.

 
– ACCESOS: Desde la autovía N-323 y desde Iznalloz.
– LONGITUD DE LA RUTA: 16,5 Km.
– PUNTO DE PARTIDA: Ermita de San Isidro (ruta circular).
 
 
Los Montes Orientales de Granada ofrecen parajes singulares que transcurren por sus sierras, vegas y tajos. El geógrafo Julio Augusto Rogríguez Eiras ha diseñado una ruta circular por el Manantial y la Atalaya de Deifontes, un impresionante mirador natural que ofrece panorámicas de la Vega granadina, el Valle de Cubillas y las sierras extendidas por la parte septentrional y el poniente.
 
El itinerario, que ha sido incluido en las rutas del Consorcio de los Montes Orientales, se inicia en una pequeña ermita del siglo XIX, levantada a San Isidro y situada a las afueras del municipio de Deifontes, junto a la carretera de Iznalloz, antiguo Camino Real de Granada. El monumento preside un recinto cerrado que da acceso a un parque arbolado, en el que surgen las aguas de uno de los manantiales más hermosos e importantes de la provincia de Granada y que toma el mismo nombre del pueblo. No en vano, Deifontes deriva de ‘Fuentes de Dios’, por la abundancia de aguas subterráneas que proceden de la sierra de Arana. Estanques y pozas recogen las aguas, dando lugar a un río que emboca en el canal de Deifontes, que conduce las aguas hasta la Vega de Granada, donde son empleadas para abastecimiento y regadío.
 
Los habitantes del pueblo acuden al paraje para festejar el día de San Isidro (15 de mayo) junto a la ermita y el manantial, emplazamientos que el viajero deja atrás para cruzar más tarde la carretera de Iznalloz en dirección al municipio de Deifontes. Es entonces cuando el senderista se encuentra a su paso con unas columnas romanas que aparecieron en la Venta de los Nacimientos, antigua casa de postas del siglo XVIII, construida sobre una edificación romana que fue posada de ilustres huéspedes como San Juan de la Cruz. El viajero sigue su itinerario hasta llegar a Deifontes, localidad de la comarca de la Hoya de Guadix y Marquesado, que es de origen romano.
 
Leyenda del palacio
Algunos de los lugares en los que el senderista puede detenerse son el Ayuntamiento, antiguo Palacio de los Condes de Casablanca, que posee un jardín en el que destacan los centenarios pinos carrascos, y la Iglesia del Cristo de la Vera Cruz (siglo XVII), de influencia mudéjar, con tirantes y lazos en su artesonado. Sobre la muerte de los condes existe una leyenda transmitida por los ancianos del lugar. Cuenta la historia que, cuando el marqués murió, su alma quedó atrapada en las torres del palacio y el alma de la duquesa quedó bajo la piscina. Los ancianos comentan que cuando llega la hora del aniversario de su muerte salen las almas y se pasean por el palacio. Tras la visita obligada al monumento, el viajero avanza un corto trayecto para disfrutar entonces de un paisaje singular: las estribaciones de las Sierras de Huétor y Arana, mientras marcha entre una multitud de olivos y almendros. La pista continúa ascendiendo para observar las sierras que se extienden por los términos de Benalúa y Campotéjar. A continuación hay una menor pendiente hasta pasar junto a una casa y un camino que surge a la derecha.
 
Al seguir de frente, el camino deja de estar asfaltado, lo cual no obstaculiza el itinerario al viajero, que goza entonces de la panorámica del Valle de Cubillas e Iznalloz y, hacia el noreste, de las sierras de Montejícar. Tras pasar por una balsa, el camino sigue ascendiendo y, después de pasar un repecho, se llega al pie del monte de Sierra Arana. A unos pasos, el viajero descubre el denominado Camino de las Viñas, que finaliza en Deifontes y por el que se regresa. Tras descender suavemente hasta una curva cerrada, el itinerario sigue hacia la derecha. A la vez, la vegetación se densifica con los encinares achaparrados, ya que la ladera occidental, al estar al barlovento de las precipitaciones atlánticas, recibe mayor humedad. Desde su situación, el viajero puede otear a la izquierda los cortados y cantiles de Sierra Arana.
 
El ascenso continuado desemboca en el entorno de un pinar, que da paso a la entrada de la Atalaya, también conocida como El Torreón. La edificación, que sirvió de torre vigía en la época nazarí, se sitúa en el límite municipal entre Cogollos Vega y Deifontes y está a unos 1.160 metros de altitud sobre el nivel del mar. Tiene unas magníficas vistas panorámicas sobre la Vega de Granada y Sierra Arana y está construida en mampostería de planta circular, con una parte baja maciza y la parte superior hueca. Se utilizó también durante la Guerra Civil.
 
La vuelta
De regreso, hasta el inicio del Camino de las Viñas, se desciende un total de tres kilómetros por el itinerario de ida y se gira a la izquierda en el cruce de la curva cerrada, desechando el camino a la izquierda. Ya en el mismo, a pocos metros del comienzo, el viajero pasa junto a un singular cortijillo para emprender una pronunciada bajada de unos 700 metros, hasta que el camino es de asfalto.
 
Es entonces cuando se puede divisar el municipio de Deifontes y su impresionante vega, e incluso la hermosa sierra de Parapanda muy a lo lejos. El sendero conduce a un cruce con la carretera de Iznalloz y, tras girar a la izquierda y caminar unos metros, se alcanza la Ermita de San Isidro, donde se inició el recorrido y donde el itinerario circular alcanza su fin. El geógrafo gallego Julio Augusto Rodríguez ha diseñado una ruta para el Consorcio de los Montes Orientales de Granada que parte de la Ermita de San Isidro y los Manantiales del municipio para ascender hacia el famoso Torreón.
 
EL TORREÓN 
El sistema radial de señales del reino nazarí. La estrategia árabe de vigilancia y control del territorio no deja de ser curiosa. Desde la Atalaya de Deifontes, el Torreón del reino nazarí, se avisaba de cualquier incursión o ataque del enemigo a la torre más próxima. Los vigilantes hacían la ahumada en la chimenea, quemando el esparto húmedo (si era de día), o encendiendo un gran fuego en la terraza (si era de noche). Y así, de torre a torre, hasta alertar a la alcazaba más próxima, que tocaba a rebato formando a la tropa en el patio de armas, a la espera del jinete que había partido desde la atalaya fronteriza para dar noticias concretas. Si la guarnición de la fortaleza era suficiente para atajar el peligro, allí finalizaba el sistema de señales y de alertas; en cambio, si el ataque o incursión enemiga era de mayor envergadura, continuaban las señales entre torres y alcazabas, y la galopada de relevos de los mensajeros hasta llegar a la capital, a Granada, que era alertada por las señales de su torre vigía más próxima, el Torreón de Albolote, situado en las estribaciones de Sierra Elvira. Este sistema radial de alerta era completado con otros circuitos secundarios de atalayas que avisaban a determinadas poblaciones y castillos.