Remontando el Huenes

Desde el pueblo de La Zubia accedemos al Canal de la Espartera, más arriba de la Fuente del Hervidero. Hacia el Sur veremos los Alayos que se alzan al otro lado del valle del río Dílar, hacia el suroeste el Caballo, hacia el Este el Trevenque  y hacia el noreste, al otro lado del Arroyo Huenes el Tamboril.

Empezamos nuestra ruta junto al Arroyo Huenes por su margen izquierda. El camino, aunque sea de tierra, es cómodo y merece recorrerlo despacio para ir disfrutando del mismo y para respetar a senderistas y ciclistas que, si vamos en coche, se verán perjudicados por el ruido y el polvo.

El desfiladero se angosta cuando pasamos junto a un desvío a la izquierda que, si abandonamos el coche, nos llevará, rodeando el Cerro Huenes, a cruzar el Barranco del Lobo y a la Fuente Fría y su refugio y, desde allí, a Monachil o, en recorrido circular, a la Casa Forestal de la Cortijuela –adonde nosotros nos dirigimos- y, en sentido contrario al que ahora llevamos, al punto donde nos encontramos ahora.

La Cortijuela
Seguimos nosotros nuestra ruta para, a poco, llegar al Puente de los Siete Ojos que nos hace cambiar de margen y abre el paisaje. No hay pérdida: hay que encaminarse hacia el Trevenque que, majestuoso, se alza ante nosotros y va a crecer en tamaño y disminuir en altitud –lo relativo de la vida que, algunos, presuntuosamente, no entienden- a medida que nos acerquemos a él por un camino al que arropan los pinos y que, de forma constante, aunque no brusca, no deja de elevarse. Ya vemos, a lo lejos, la Casa Forestal de la Cortijuela a la que, sin darnos cuenta, tras algunas curvas que, momentáneamente, nos la ocultan, llegamos para, lo primero, beber agua de su fuente.

Se encuentra situado este cortijo en un paraje calizo, típico de la Cordillera Penibética, presidido por el Cerro del Trevenque y su gemelo, aunque menos elevado, Trevenquillo, sobre el cauce del Arroyo Huenes y bajo el Pico del Tesoro. Su interior se ha acondicionado como pequeño museo sobre aspectos relativos a la zona, en el que destaca, aparte de los paneles y maquetas explicativos, un apartado especial dedicado a la apicultura. Alberga también un aula y un taller de la naturaleza destinado, sobre todo, a los escolares que quieran visitar este lugar. Para ello, tan sólo hay que llamar al 958 026000 y unos microbuses llevarán a los niños hasta el paraje donde un guía-monitor se encargará de que pasen un día agradable. Excepto los lunes, que cierra, está a nuestra disposición de 10 a 16 horas durante la época más cálida –en invierno la nieve se encarga de echarle el cierre-, no sólo la casa forestal, sino también su jardín botánico que, perteneciente a la Red de Jardines Botánicos de Andalucía, supone un serio intento de conservar y proteger la flora autóctona que, en bastantes casos, está en peligro de extinción.

A unos metros de pasar la casa, a la derecha, está la entrada del mismo y el recorrido circular, de dos kilómetros y medio, en el que disfrutaremos de un agradable paseo aderezado por pequeños carteles, junto a cada planta, en los que aparece la familia, el nombre científico, el nombre común, el área de distribución y un círculo de colores –rojo, amarillo o verde- que nos indica el grado de amenaza en el que se encuentra la misma.

Nada le falta al camino: sendero bien marcado y paneles explicativos; barandas de madera y, en las cuestas pronunciadas, escaleras con peldaños del mismo material; bancos, cada cierto trecho, para descansar; un mirador frente al Trevenque; un espacio con balsa, fuente y vegetación propia del lugar –olmos, mimbreras, zarzas, tejos y helechos-; incluso un rincón, en la parte baja, donde poder escuchar el canto de pinzones, petirrojos, herrerillos, currucas y mirlos.

En sus 100 metros de desnivel -1.600 a 1.700 metros- pasamos del bosque, en el que destacan las encinas y pinos silvestres (albar), a la zona de matorral en la que el espino albar (majuelo), rosal silvestre (escaramujo), endrinos, agracejos y zarzas imponen su ley.