El sendero Ferreira-Bayárcal se puede hacer en una sola jornada, unas siete horas, si lo hacemos en primavera u otoño. En la explanada contigua al albergue hay un cerrado pinar que ocupa casi toda la vaguada, aquí está el edificio del Centro de Interpretación del Parque, mesas, fuente y asientos para comer y leer; justo en el lugar, una señal de madera nos indica que se reinicia el senderillo de descenso del Puerto, junto a la carretera, a su izquierda, siguiendo su curso y el del arroyo, que pronto aparecerá.

Los colores, el frescor del aire y el verdor de estos parajes solitarios nos llaman la atención. Cuando el sendero sale del pinar se encuentra con un gran peñón, que cobija, más abajo, una atractiva alameda. De cuando en cuando la vereda penetra en bosquetes tupidos de pinares. El arroyo está jalonado de un llamativo almohadillado verde. El descenso es muy suave y agradable, la arboleda y los colores del otoño nos embelesan.

Pronto vemos el área recreativa del barranco del Hornillo, a nuestra derecha, que baja desde el Morrón del mismo nombre; es de destacar las alamedas, pinares, endrinos, etc. que contiene. Un curso de agua rumorosa nos acompaña permanentemente, caminamos junto al arroyo Palancón separador de las dos provincias, Granada y Almería, que más adelante se va a juntar con el Anchuelo, y éste a su vez nace de la Loma de los Posterillos que desciende directamente del Chullo.

El barranco del Granizo, está a nuestra izquierda y desciende desde la cara oeste del Chullo. El descenso nos va a llevar más abajo al hospedaje turístico “la Posada de los Arrieros”, por aquí pasa la carretera que enlaza el Puerto con Bayárcal. Cogemos la carretera a la derecha para, a los cincuenta metros abandonarla a su izquierda, el sendero desciende por la pared derecha del barranco que poco a poco se va encajonando y volviéndose más abrupto. Nos llaman la atención los numerosos corrales de ganado construidos con lajas de pizarra y encaramados en la pared.

El sendero cruza al lado izquierdo. Las encinas sueltas van ocupando el lugar de los pinos. En el lecho álamos, castaños y sotobosque producen el deleite en el caminante. Atravesamos por un hermoso encinar, cortijos con plantaciones de manzanos y algún que otro caballo pastando, castaños aislados o en pequeños grupos, algunos secos, nos adelantan que ya avistamos Bayárcal.

Bayárcal es el pueblo más alto de Almería, 1.255 metros, típico pueblo alpujarreño cobijado en la falda del Chullo, con el caserío separado en tres núcleos escalonados y colgados sobre el precipicio que forma el barranco. Su iglesia, del s. XVI, está construida con pared de mampostería a cal y canto, con esquinas de sillares y una torre mudéjar, cuadrada y decorada con azulejos. Su patrón es San Francisco Javier, del que se conserva una buena talla policromada.

En el caserío observamos los tinaos, portales y terraos de launa. Cerca del pueblo existe un paraje montuoso denominado Yniza, donde están las ruinas de un castillo medieval y una iglesia del XVI. Este castillo de Yniza debió ser un punto estratégico en el control del trasiego medieval que se efectuó por el Puerto. En la Vega hay un paraje denominado Talburrica, que nos retrotrae a las noticias que tenemos sobre la existencia de una Rábita andalusí que existió en el lugar: Haratalburrica. Los lugareños gustan de decir que aquí se dan los aires más puros de Europa. Son famosas sus fiestas de “Moros y cristianos”, las de San Marcos y las de su patrón. En cuanto a comidas, el caminante no puede dejar de probar la fritada alpujarreña, las tarbirnas y la zamorra.

Dejamos Bayárcal por la parte baja del pueblo, cruzamos nuevamente el río y enseguida llegamos al paraje de las Viñas, donde los diferentes cultivos, de almendros especialmente, nos anuncian la cercanía de Laroles.