Claveteados de palacios, iglesias, conventos, museos y grandes edificios como un campo de amapolas en la primavera. Repleto de olores, ruidos, colores y con un telón de fondo de lujo como es la Alhambra y el Generalife, la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes es para muchos la calle más bella del mundo. Para otros es eso y, además, el lugar perfecto para sentarse a dejar pasar el tiempo, el espacio donde visitar decenas de monumentos dedicados a diferentes usos y en el que degustar ricas tapas y comidas con unas vistas maravillosas de fondo.

El conjunto urbanístico y arquitectónico de la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes, con el río Darro como elemento geográfico singular, el paisaje de la Alhambra y del Generalife como fondo y el conjunto arquitectónico de palacios, conventos, iglesias, baños, museos y edificios residenciales que contiene es un auténtico diamante que se puede seguir puliendo.

Siempre al lado del río Darro estas dos bellas, románticas, mágicas y pintorescas calles, permiten viajar a otros mundos ya sea entrando en sus monumentos o dejando volar la imaginación hasta los siglos en los que por el bajo Albaicín no transitaban coches o autobuses -a veces algo molestos- y si carros y jinetes que cruzaban los maltrechos puentes de la actualidad y antaño mucho más cuidados. Y es que en esta zona hasta el nombre del río que lo riega tiene una historia de esas encantadoras. Cuentan que el nombre viene originalmente de la palabra oro (aurus) porque la gente lavaba oro en las orillas. Los árabes cambiaron el nombre a y después los cristianos lo renombraron Dauro, lo que fue derivando en el nombre por el que se conoce hoy en día, Darro.

La que se llamara en un día Carrera de la Puerta de Guadix destaca por su distribución, legado histórico y los numerosos rincones de una belleza particular que aún conserva -más o menos cuidados-. De sus puentes no se conserva todo ni todos los que se han recogido en los libros de historia. Los puentes de Espinosa y Cabrera sí están aún en buenas condiciones para poder cruzarlos y observar la Carrera y el Albaicín desde otra perspectiva e intentar descubrir algunas de las construcciones o rincones de la Alhambra y el Generalife.

Dicen las crónicas que hubo una época en la que el Darro, fuente de inspiración literaria, era cruzado por numerosos puentes. Uno de esos fue el árabe del Cadí, que conectaba el Albaicín con la Alhambra. Otro de ellos, aún en pie, el Puente del Aljibillo, conduce hasta la Fuente del Avellano, donde se reunía la Cofradía del Avellano, un grupo literario presidido por Ángel Ganivet.

En la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes es muy fácil que se den la mano la historia y la leyenda. Su magia lo envuelve todo. Por eso en su día la plaza del Paseo de los Tristes sirvió de escenario de grandes eventos fiesteros. El telón de fondo, la Alhambra, es insuperable. Desde aquí también se puede observar una imagen bellísima del monumento nazarí. Se está más que nunca a los pies de la Alhambra.

Entre casas y museos

El Paseo de los Tristes debe su nombre, dicen, a que anteriormente los cortejos fúnebres pasaban por aquí antes de subir al cementerio detrás de la Alhambra. También se llama Paseo del Padre Manjón, el cura que fundó una escuela para los niños pobres en el barrio de Sacromonte (Escuela Ave María).

Después de haber cruzado los no muchos metros de la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes, a los que se asoman estrellas calles y callejones que se dejan caer desde el Albaicín, se habrá caminado por la puerta de grandes casas señoriales, museos, iglesias o uno de los más preciados baños árabes de España.

Al entrar desde Plaza Nueva lo primero que se ve es la iglesia de Santa Ana, al otro lado del río. Casi delante está la calle Pisas en la que con sólo andar unos metros hacia dentro se localiza la Casa de los Pisas, que alberga el museo de San Juan de Dios, quien murió en una de sus habitaciones. En el recorrido es incesante la mezcla de casas antiguas con conventos, iglesias y demás monumentos. Una de esas construcciones especiales es el Bañuelo, que no es otra cosa que los baños árabes. Son de los más antiguos e importantes baños árabes públicos conservados en España. También son conocidos como baño del Nogal (Hamman al Yawza) o de los Axares (de la salud o deleite).

La Casa de Castril, Museo Arqueológico de Granada sigue engrosando el amplio listado de monumentos. La Casa de Castril fue construida por los herederos de Hernando de Zafra, el que fuera secretario de los Reyes Católicos. En las diferentes salas del museo, que fue uno de los primeros fundados en España, junto a los de Barcelona y Valladolid, hay dos plantas en las que se pueden ver objetos del Paleolítico, Neolítico, Edad del Bronce, época Romana, Andalusí, entre otras.

A estos edificios/monumentos se suman otros como la iglesia de San Pablo y San Pedro, el convento de San Bernardo o la Casa de las Chirimías (1609) que marca el final de la Carrera del Darro y el inicio del paseo del Padre Manjón.

Un auténtico lujo, una calle irrepetible en la que se venden recuerdos de la capital granadina y también sueños y romanticismo al amanecer, al atardecer, a plena luz del día o a oscuras bajo las estrellas.