La iglesia de Santa Catalina – recoge Madoz en su diccionario – que se cree estuvo dedicada en su origen a la Concepción, es bastante capaz y no ofrece particularidad alguna digna de notarse. En una de sus capillas se da culto a San Cresto, cuyo esqueleto, sobrepuesto de cera imitando al natural, representa un cuerpo muerto vestido de capitán romano, y fue donado a la parroquia por el Excmo. Sr. D. Pedro Espejo, natural de esta ciudad, ayo del Srmo. Señor infante D. Francisco de Paula. El cuarto es de término, servido por el párroco y 2 tenientes.

 Según refiere Alonso de Castañeda y Frías, debido al aumento del vecindario, la ermita de Santa Catalina se hizo parroquia el año de 1593. Se encuentra este templo de estilo gótico-mudéjar en el corazón del Barrio Alto. Su cubierta es de armadura y poseía un retablo churrigueresco de 1727 que se perdió durante la guerra civil junto a otras obras de imaginería. Es de planta basilical, con capillas laterales, coro en alto a los pies y capilla mayor cuadrada cubierta con bóveda. Trabajó en su construcción el maesto de Ximena y la techumbre fue realizada por el maestro Castillo en 1538, en tanto que Juan de Cubillana trabajó en la clavazón y Diego de Santiago en la cerrajería. El lugar que ocupaba el retablo está ocupado ahora por un tabernáculo de mármol crema y blanco, con basas doradas. En su interior hay una imagen de Santa Catalina realizada por Eduardo Espinosa que sustituye a la original de Bernardo de Mora. Fue restaurada en el siglo XIX y en la década de los cuarenta de la pasada centuria.