Situación: Calle Real,  S/N.  

Acceso: Es bastante fácil;  se puede llegar a pié disfrutando de un paseo por las típicas calles del pueblo y también tiene acceso al tráfico rodado.

La iglesia parroquial de Guadahortuna merece un puesto destacado en el arte del renacimiento granadino, ya que, presenta esa peculiar simbiosis constructiva que esencializa nuestro siglo XVI.

Proceso Constructivo

Las primeras noticias acerca de la construcción de la iglesia datan de 1506, en que Rodrigo Hernández hacía la carpintería. El gasto realizado, relativamente elevado, parece indicar la renovación de la anterior mezquita nazarí o gran parte de ella.

De las características morfológicas de esta primera iglesia o mezquita adaptada poco podemos saber, pues fue totalmente reconstruida años más tarde. Seguramente tendría una nave, a la que en 1535 se decidió añadir otra lateral, con el fin de ampliar su espacio que había quedado pequeño para albergar toda la población; al mismo tiempo se retejaba la nave antigua.

También de esta época es la portada que se encuentra cegada a la izquierda de los pies, en la que todavía se aprecia, si bien con dificultad, parte del escudo del arzobispo Gaspar de Ávalos.

En 1536, se levantaba la nueva nave, y al siguiente se hacía la medición de unas zanjas. Esta última medición parece indicar que fuera entonces cuando se planteó la remodelación de la iglesia. Pero la reconstrucción no se acometería hasta la libre administración de los fondos parroquiales, que tuvo lugar en torno a 1542.

De 1542 a 1547 se suceden numerosas obras, actuándose con un procedimiento bastante habitual en la construcción de nuestros templos. Consistía en ir deshaciendo parte del edificio anterior, reforzando lo conservado y levantando al mismo  tiempo la nueva estructura. De esta forma se aprovecharon los pilares y arcos  que  denotan  una mayor antigüedad, y la capilla mayor que poco después también se renovaría. En 1547 acude Diego de Siloé a trazar la nueva capilla mayor.

Concluida la estructura del templo se acometieron dos obras de envergadura: la portada, obra singular del último renacimiento y el retablo mayor, que se inicia por el  mismo tiempo.

La iglesia consta de tres naves de desigual anchura, separadas por pilares rectangulares, ochavados en las esquinas. Encima apoyan arcos doblados apuntados. Las naves laterales carecen de capillas, salvo la bautismal que se aloja bajo la torre.

Se cubre la nave central con armadura ochavada a los pies y de limas mohamares en la cabeza, de buena lacería, con decoración de chillas y alfardones en las faldas y lazo de ocho formando cuadrantes en el almizate, con grupos de cuatro escudetes y gran piña de mocárabes en los cabos o extremos; los tirantes, con sencillo apeinazado de lazo, apoyan en dobles canes con acanto en el superior y variadas figuras humanas y animales en el inferior. En las esquinas de enlace con el arco toral lleva cuadrales simples. 

Las naves laterales presentan simples colgadizos. A los pies se ubica una tribuna o coro, soportado por un alfarje con una gruesa viga en el frente, que apoya en zapatas dobles de bella factura; a los lados del can inferior aparecen figuras, consideradas  como personajes bíblicos, una de ellas desnuda. El techo del coro es un alfarje con pares ornados con hexágonos en las calles.

La capilla mayor se enmarca con arco de medio punto, sobre pilastras similares a los pilares de la nave. En las enjutas aparecen los escudos del arzobispo Guerrero. El interior es casi cuadrado, cubriéndose con bóveda estrellada con florones de madera tallada y dorada en las intersecciones de los nervios; los arcos que delimitan esta bóveda son de medio punto.

Los muros son todos de cantería regular, con sillares de pequeño tamaño, siendo las cornisas molduradas y con poco saliente. El exterior queda bastante liso y sus volúmenes resultan muy compactos por la ausencia de capillas laterales y de contrafuertes; solamente en la cabecera aparecen dos pequeños estribos que refuerzan las esquinas de la capilla mayor. La torre se yergue sobre las paredes laterales, sobresaliendo un cuerpo alto que remata en el de campanas, ochavado y encima una cúpula semiesférica. Debajo de la torre se aloja la capilla bautismal y dentro se encuentra la pila de mármol con taza gallonada, del siglo XVI.

Portada principal

Consta de dos cuerpos y tres calles. El inferior queda centrado con arco de medio punto de fina rosca en la cual se suceden cabezas aladas de angelitos, en el centro ménsula de acanto, y en las enjutas dos ángeles. A los lados, sobresalen columnas pareadas y exentas sobre pedestales independientes, de orden dórico. El entablamento es otra pieza original pues el arquitrabe queda liso y muy bajo.

Más novedades encontramos en el segundo cuerpo. La parte central está ocupada por una hornacina rectangular bordeada con puntas de diamante y columnas sobre podium.

A la izquierda de al fachada principal hay un reloj de sol.

La portada supera en pretensiones y en tamaño la propia dimensión estética y física de la iglesia, sobresaliendo los entablamientos y frontones sobre la línea del tejado, y contrastando con la sequedad de los muros. Inspirada en la del Perdón de la Catedral de Granada, destaca la perfecta conjunción de estructura y ornato, y la originalidad en el tratamiento de alguno de los elementos.

Retablo Mayor

Quien actualmente acuda a la iglesia de Guadahortuna y contemple el vacío testero de su altar mayor, no puede imaginar las complejísimas vicisitudes ocurridas en la realización del retablo que lo ocupaba, tristemente desaparecido en la pasada guerra.

El primer contrato del retablo se firmó con Luis Machuca y Francisco Sánchez en el año 1558, y fueron necesarios 63 años para concluirlo y tan sólo unos minutos para perderse en 1936.

Respecto a su estructura, era obra bastante equilibrada, con grandes encasamientos para recibir tableros de pintura, salvo el central inferior que llevaba una escultura de la Virgen con el Niño, entrecalles más estrechas con pares de hornacinas superpuestas para acoger esculturas, y banco con tableros de talla. Todo lo cual suponía un avance estilístico cuando se empezó, con la novedad en lo granadino de las honacinas en los intercolumnios, que le confería un agradable ritmo alternado. También suponía novedad el que los serafines  y máscaras de los frisos fueran “coloridos” y no dorados, advirtiéndolo expresamente Machuca en sus condiciones.