El monasterio de la Encarnación es uno de esos paraísos ocultos de Granada, que no es posible visitar en condiciones normales, pero del que podemos dar fe del fervor y laboriosidad de sus hermanas, así como de la riqueza monumental y artística que guarda. Su fundación inicial se remonta al año 1521 y estuvo unido, hasta 1797, a la primitiva parroquial de los Santos Justo y Pastor.

 

La capilla actual fue habilitada en una de las crujías del claustro, construyendose en 1902, en su nave rectangular, una bóveda de cañón y una cúpula ciega sobre el modesto presbiterio. El altar acoge un impresionante Crucificado del estilo de Diego de Siloé, y la nave una Santa Teresa de José Risueño y un San Benedicto de José de Mora, titular de la cofradía llamada “de los negros”. Hay otras pinturas de desigual mérito, pero queremos destacar, por su interés histórico, una Encarnación con alusiones a la fundadora Isabel de Ávalos, una Visión de gloria de San Francisco, del estilo de Bocanegra y una Sagrada Familia de Pedro Thomás Valero del XVIII; también las imágenes modernas de Antonio Dubé de Luque de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Encarnación. Para poder visitar esta capilla habrá que madrugar, pues la misa es al amanecer. 

 

En cuanto al monasterio, la sobriedad y desnudez de los muros exteriores, de los que solamente sobresale una mal compuesta torrecilla, no dejan adivinar la riqueza de su interior. Su origen es un conglomerado de casas antiguas, algunas de principios del XVI, con capiteles nazaríes, zapatas, alfarjes, reducidos patinillos y galerías de madera, que hacia 1560-80 fueron regularizadas con un amplio patio con dobles galerías de arcos de medio punto sobre esbeltas columnas toscanas y escalera cubierta por rico artesonado. Tiene buenas esculturas en sus numerosos altarcitos, como la pequeña Santa Clara, de Alonso Cano, un San Juanito y una Inmaculada relacionada con Alonso de Mena, de principios del siglo XVII, amén de varios Niños Jesús de Pasión y un Ecce Homo del estilo de Pedro de Mena. En pintura, destacan dos grandes cuadros de Antonio Jurado con temas de la Asunción y la Inmaculada, un retablillo en el coro bajo, curioso por sus adornos de alabastros, conchitas y cristales, y numerosos lienzos de temas marianos y franciscanos. En su jardín trasero, en unas recientes excavaciones, se han encontrado vestigios de la antigua muralla que pasaba por esta zona.